bien sentimental y concienzuda,
miró mi felicidad desde un péndulo,
y sintió celos la muy testaruda.
Llegó una noche de parranda
y embriagada de placer
hurtó el toloache que me daba mi querer,
para usarlo sobre su ignominioso ser.
Bastante encaprichado, le lloré centenares
pero a cambio, sólo se burló de mis pesares
y sin mucha premura
tomó mi corazón para sólo dejarme amargura.
Ahora, únicamente adoro el día de muertos.
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