miércoles, 26 de octubre de 2011

La marea me vuelve a llevar.

Con rabia despotriqué contra los alargados, los adorados y pude sentir el súbito descenso de mi espíritu por debajo de mi falange susurrando. Desesperado me tendí en la planicie infecciosa, deseoso de terminar mis días en la cavidad de la soltura, por instantes escapar de mi vomitiva premura.

La compuerta se abre y como espléndida alucinación permite a tus luceros entrar dentro de mi espacio. Primero tus ojos, luego a tus labios, suaves monumentos de los antiguos sabios. Desde la lejanía sonríes, placidamente posas el par de esmeraldas en mi cuerpo y te avecinas como espíritu del cuento más fantástico más sublime…

De pronto tu piel rosa la mía y en candida solución postras tu suave calor dentro del mío, con el más dulce beso de conmovida gracia en el estrépito del mundo huraño.

Mi corazón comienza a dar señales de patologías extrañas, viejos recuerdos de una época menos sesgada. Tus manos me toman y me posee el futurismo de antaño, el barroco de admirable estaño.

Vuelvo a la vida, como jamás lo había hecho antes. Pruebo mi días y por vez primera siento lo que nunca había sentido por nadie…


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