viernes, 9 de septiembre de 2011

Mi amor fue salvado por un hombre del espacio.


Distante, donde el sonido no prospera y el movimiento escuetamente se nos niega, allí me dispuse a vislumbrar contigo un fondo turbio que rodea, con ternura, nuestra preciosa y azulada circunferencia.

Mis huesos chirríen y las formas te circundan, nebulosas crean orbitas alrededor de tú boca. Tus labios se encienden, la dádiva de Helios surge victoriosa y con imperecedera reciedumbre acalora nuestros cuerpos hasta explotarlos en conmociones inéditamente sucrosas.

Te elevas gravitando y me tomas de la mano. Danzamos al compás de una afonía maravillosa, mientras tú inusual exterior me bordea con tus brazos, miró tú sonrisa desdeñada por la esquina de lo eterno; rescataste mi amor sombreado por la orilla del averno.


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