jueves, 6 de octubre de 2011

El funeral del capitán manzanita

¿Pueden ustedes imaginar un mundo donde la sociedad haya absorbido toda pizca de individualidad y libertad personal, donde el factor del control social haya reprimido toda voluntad existente, que cada valor y sentimiento esté predestinado a como o cuando se sienta y, peor aún, no darte cuenta de ello?

No, por más exagerado que me fascine dialogar, no me refiero en ningún momento a la sociedad actual, sino mas bien al universo descrito por George Orwell en su obra, 1984.

Navegando por la infinita red de youtube, me encontré con un spot publicitario de la compañía Macintosh, transmitido originalmente, curiosamente, durante el Super Bowl de 1984. La historia emula el imaginario creado por Orwell, el cuál termina por desaparecer gracias al lanzamiento del nuevo computador. Podríamos pensar en él como exceso, pero tenía razón.



Desde aquel magnánimo estallido que significó la revolución industrial, quedó claro que el hombre redefinía su evolución; ya no trasformaría su propio cuerpo, sino modificaría las herramientas que lo ayudasen a adaptar su entorno, es decir, la evolución del hombre  ahora se suscitaría en torno a la tecnología.

Pero la tecnología, como buen amigo de los medios de producción, se comenzó a visionar más hacía una vertiente económica, en lugar de servir a fines mucho más prácticos que ayudasen al incremento intelectual del ser humano. Como ejemplo, podemos citar al ex millonario Bill Gates, quien creara el sistema operativo a base de MS-DOS para venderlo al mejor postor.



En ese tiempo (mediados y finales de los años setenta), las tecnologías de punta únicamente eran aprovechadas en ámbitos militares y científicos, haciendo de las mismas una restricción a con el público en general. Pero, como caído del abismo divino, se creó a aquel que rompiera con el egoísmo capitalista del generador tecnológico: Steve Jobs.

El ex presidente y co-fundador de Macintosh, no sólo creo un sin fin de plataformas sumamente útiles y novedosas que revolucionaron al mundo (admitámoslo, muchas disciplinas como el diseño gráfico, no existirían de no ser por él), sino que fue el primero en ofrecerlas directamente al público. El le ofreció al pueblo realmente lo que necesitaban, el poder, inventarse a si mismo. Un hombre que dedicó su vida a una causa, que siempre fue congruente con la misma y que ahora, unas horas después de su muerte, ha pasado a convertirse en un ser irreemplazable en la historia de la humanidad.

Por desgracia, con su repentino deceso, ha dejado al multimillonario imperio de Mac en un predicamento que seguramente perecerá en dos caminos posibles; o se dirige  a la bancarrota con perdidas inmensas o se mantiene posicionada como una marca de prestigio, pero sin la convicción de servir al crecimiento personal de los individuos. 

 R.I.P. Steve Jobs. 

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