sábado, 8 de octubre de 2011

El romántico futuro de Gravedad, el seductor.

Después de haber consumido una exagerada cantidad de literatura dedicada a las utopías futuristas, me aborda cada cuando el temor de que, en algún punto del tiempo, aquellas letras pudiesen volverse realidad.

Ya saben, aquel mundo monocromático, descrito por muchos como un infierno, donde la paz se "libera", la gente se torna aburrida y no existe más palanca en el mundo que la cruda funcionalidad.

Al menos en mi opinión, uno de nuestro rasgos más relevantes, como seres humanos, se refiere a nuestro poder como ente simbólico. A no ser indiferentes de nuestro entorno y crear nosotros mismos significados, que den un sentido más profundo a la existencia que el sobrevivir en si mismo. 



Cuando escucho música electrónica (lo cual no ocurre muy a menudo, pero pasa), en mi mente se proyectan las imágenes insulsas del universo gris, total representación de la tradición Orwelliana. Ahora todos quieren ser minimalistas, utilizan recursos auditivos repetitivos que te recuerdan al movimiento de una máquina, una máquina ideada para acomodarse a una función. 

Ahora bien, hace unos días me decidí a comprar mi fabulosa copia de "Gravity the Seducer", el último disco de la banda inglesa de electroclash, Ladytron. Debido a las pocas horas que paso en mi hogar, no me había sido posible disfrutar de la grabación como se debía. 

Hace un par de minutos, que comencé a escuchar el primer track del disco, las pinturas se desenvolvieron en mi cabeza. Pero a diferencia de todos aquellos mundos oscuros de completa insensibilidad, me hallo en un mundo envuelto en color, un futuro romántico. Cada una de las deliciosas piezas de éste disco, literalmente hacen estremecer tus entrañas y, lo que resulta aún mejor, te llenan de esperanza por un futuro repleto de sueños con hechura de romántica delicadeza.

No hay más que decir, que Ladytron se convierta en el futuro del la música (vida); un etéreo sueño barroco. 

NOTA: Quizá a muchos les suene minimalista, pero piénsenlo como un minimalismo simbólico. 






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