domingo, 27 de noviembre de 2011

El Hombre Invisible se las da de políglota y plural.

En estos tiempos tan… ¿Improvisados? La falta de propuestas musicales ha obligado a muchos artistas y compañías discográficas a explotar los pocos destellos de genialidad que poseen, y lanzar reedición tras reedición de discos bastante exitosos o bien,  producciones que no alcanzaron a recuperar la inversión original.

Hace un par de años, la cantante mexicana Ely Guerra, nos entregaba su quinto álbum de estudio: Hombre Invisible. Una pieza nada despreciable, con tintes etéreos sumamente deleitantes y un concepto perceptiblemente sólido, además de tener el factor independiente  de su lado. Si bien, la grabación en cuestión no es mala, no causó gran relevancia dentro del medio y pasó a ser una más de esas joyitas olvidadas de la música alternativa.

Cualquier otro artista se hubiese conformado con la satisfacción que le dejó la realización del disco o el impulso que tuvo de sus fanáticos, pero ella no. La razón de sus inesperadas ansias de atención e ingresos me es totalmente desconocida, pero sí puedo observar que la presentación final deriva en un producto un tanto ridículo.



Primero, cambió el título del disco por una traducción literal al inglés, ahora se llama Invisible Man, situación que sólo la comprometería con un mercado anglosajón, más redituable y extenso que el nacional. Después, tomo cada una de las pistas originales y, como etiqueta simplona cual remix de antro, les añadió el título adicional de  “(Jazz Version)”.

Como un amante apasionado del jazz, me ofende cuando los autores abrevian el singular arte de la actividad jazzística y la transforman en una burda selección de ritmos para aligerar una melodía que originalmente no fue compuesta para ella. Afortunadamente,  "La Guerra" se consiguió muy buenos arreglistas, que hacen de este un trabajo forjado por sutiles bajos y poderosos detalles en el piano; mi único problema: Su voz. No entiendo porque, pero en este disco se limita a no pasar de la misma octava y susurrar las palabras con inútil y falsa sensualidad (No canta, platica las canciones). Al menos con esto superó su terrible interpretación de “La Llorona,” en Travieso Carmesí de Alondra de la Parra (Eso sí es meter la pata y gacho).



Ely Guerra siempre me pareció una cantante sin igual, con una calidad interpretativa hipnotizante y una sensualidad arrolladora; sólo que esta vez el saco le quedó muy grande, a todos les pasa (Sin ofender, pero suena a una Magos Herrera muy constipada). Simplemente: los refritos jamás funcionan.  

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