En 1999,
la Iglesia Católica pidió perdón por todas las muertes efectuadas dentro de la
Santa Inquisición; en 2007, el gobierno alemán ofreció un disculpa por las víctimas del holocausto nazi; hoy, en
pleno 2012, yo propongo que la industria taurina pida perdón por todos el
derramamiento injusto de sangre que, por años, se ha llevado a cabo de forma
insospechada y vulgar, en contra de los toros.
Lo
advierto, estas líneas están a punto de ir más allá de una simple y sutil acotación, y sí, poco a poco me harán parecer un radical en
guerra. Una disculpa de antemano, pero no encuentro otra forma o medio de
terminar con tanta palabrería alrededor de tan cauteloso tema.
Mucho
se ha hablado, a lo largo de la historia, sobre el “arte” de las corridas de toros; sobre como son
parte de la historia y patrimonio de la “cultura”. De cómo no debe dejar de realizarse,
pues sostiene económicamente a millones de trabajadores “honrados” que, sin la
inversión y producción de este hecho, quedarían sobajados en la miseria. También he escuchado que, si no fuese por los
“arduos” esfuerzos de los criadores de toros,
el toro de Galicia (especie que regularmente se ocupa para las corridas)
se encontraría en total extinción. Incluso, me he topado con gente que lo llama un “deporte”
de “alto impacto”. Evidentemente los discursos pro-tarurinos son muchos, pero
¿Qué tanto de éstos son enteramente ciertos?
Primero,
empecemos por definir lo que es un deporte. En el pensamiento clásico greco-romano,
se le distinguía por ser una actividad para enaltecer, a la par del cuerpo, el
espírtu de un ser humano. En el pensamiento tradicional, se le conoce así a la diligencia física con
fines de desenvolvimiento, que acata ciertas reglamentaciones y se realiza en
un espacio predispuesto. En este tenor, díganme ustedes ¿Qué clase de
enaltecimiento del cuerpo o el espíritu creen que puedan tenerse alrededor de
la totura y muerte de otro ser vivo? En el ámbito físico, sólo que me digan que
el picar la costilla lateral izquierda del toro con una pica desarrolla el
músculo ‘tal’ y requiere la técnica ‘aquella’; y del espiritual ni hablamos, pues estoy seguro
que el asesinato no es precisamente el mejor modo de elevar el espíritu (al
contrario, con ello decrece). Por lo tanto, la tauromaquia NO es un deporte.
La
definición de arte es muy cercana a la de deporte, sólo que esta se basa más en
la creatividad y expresión de sentimientos sobre una disciplina. Schopenhauer
decía que la única forma de combatir los dolores de la vida, era mediante la
contemplación del arte. Pero no sólo la contemplación era lo que te salvaba de
la inminencia del sufrimiento, sino que, inmediatamente, debías entender el
arte e inspirarte para crear el propio. Ahora ¿Cómo es que el matar y torturar públicamente a un animal nos anima
a crear nuestro propio arte y desligarnos de dolor?
Lo
único que tal acto de violencia nos podría alentar a realizar, sería a cometer
más acto violentos; ahora contra algún otro animal e incluso un ser
humano. Además, creo que el asesinato no
mitiga el dolor, sino al contrario, es
en si mismo el dolor. Por lo tanto, las corridas de toros NO son un
arte.
Por
otro lado, la cultura se define como el conjunto de tradiciones y costumbres
que pasan de generación en generación, de forma escrita u oral, que permiten el
progreso de una sociedad y que la convierten en una civilización. Ahora,
revisemos con cuidado. Las corridas de toros son una tradición, sin lugar
dudas, pero llamarlas cultura, ya es exagerar demasiado; pues si bien hablamos
de una actividad que se ha practicado por siglos y que tiene toda una taxonomía
implicada, no ayuda en NADA al progreso de la sociedad ¿Cómo puede ser posible
que sea una y no la otra? Sencillo, por ejemplo: el hacer menos el intelecto de
una mujer era una tradición, el diferenciar y marcar a una persona por su color
de piel era una tradición, el asesinar al hijo primogénito era una tradición; y
no por eso cualquiera de esta eran necesariamente buenas o llevaron más allá a la sociedad que las
practicaba. Cualquier acto de violencia, siempre será considerado retrógrada y
más alejado del concepto de civilidad. Por lo tanto, las corridas de toros NO
son cultura.
Seguidamente,
revisamos su teoría de la extinción. Sí bien el mayor porcentaje de la
población actual de toros se concentra en los criaderos destinados para las
corridas, éste no es el único ámbito en que se les encuentra. También existen
criaderos para toros como sementales (para preñar a las vacas) e incluso,
reservas protegidas destinadas al desarrollo de la especie en estado salvaje.
Así es que si las corridas desaparecieran, la especie no se extinguiría, sólo
disminuiría su población que perdón por decirlo, ya es bastante alta tan sólo
en libertad; ahora súmenle el cautiverio. Por lo tanto, el que se justifique la
consecutividad de las corridas para preservar la supervivencia de los toros es,
antes que otra cosa, una incongruencia gigantesca. Disculpen pero ¿Que no acaso
el objeto de una corrida es matar al toro? Las corridas de toros NO velan por la
protección de ninguna especie.
También
se conoce una defensa, bastante recurrente en gobiernos de consistencia muy
popular y con debilidad por los programas de desarrollo social, que tienen que
ver con lo sustentable de esta industria. En ella se habla de que, si se renunciara a
practicar las corridas de toros, también se dejaría a millones de personas sin
trabajo y destruirían una fuente bastante fuerte de ingresos para el país. Sin
miedo he de decirlo: NADIE merece ganarse la vida matando. Sí, el negocio
taurino es muy extenso y afable a la economía; al igual que lo sería el
negociar con drogas o las redes de secuestro y asesinato. También hay muchas
personas involucradas en estas actividades, pero el hecho de verse convertidas
en industria no las hace expresamente
lícitas ¿O ustedes permitirían el tráfico de drogas o las redes de secuestro,
sólo porque son provechosas para el enriquecimiento del país? La corridas de
toros NO son una actividad económica viable.
Existe
un viejo proverbio hindú que reza: “Sólo te es lícito matar a un animal para
comértelo y, si al momento del comértelo, eso te hace más feliz que el animal
cuando estaba con vida”. Aquí hablamos de supervivencia, por lo que no juzgo a
aquellos que consumen carne de animales (aunque yo mismo no lo haga); pero las
corridas de toro, está por demás decirlo, no son más que un acto irracional e
ineludiblemente ocioso que no dispone de otro fin que el de reafirmar el falso
predominio del hombre y su incauto delirio por controlar su entorno. Si ha de
ser llamada de alguna forma, la tauromaquia no es ni arte ni cultura, más bien
es una ciencia; la ciencia de la tortura.