Usualmente suelo dedicar mis prosas sensibleras a seres relegados a historietas o novelas de ciencia ficción. Esta vez no. Por primera (y única) ocasión, expondré tangiblemente acerca de mi pasión.
Soy un producto de tú recuerdo, me hundo en el vacío del espectacular escarnio, sin aprender jamás como levantarme sin tu mano.
Soy patético; ya casi un lustro y sigo sin recuperarme del flagelo de tus engaños.
Mientras los pedazos de humanidad me rozan, yo sigo contemplando tu reflejo en las costuras rotas de mi alma. Ellas gritan amor... y en mí resuena el vacío que tu delator cuerpo me dejó.
Mientras dibujo escuetamente tú figura, reconstruyo lo menoscabado de tus posturas. Tu racismo me soslaya, tu ego me constipa y tus filosóficas respuestas sólo demeritan el pobretón invento de mis fantasías. Aún así sólo logró idealizarte, dejando en ninguna parte tu aspecto fulguroso cual letrina.
Hecho de menos tu sonrisa, tus labios que reanimaban mi poderosa fuerza cetrina. Tus abrazos que conmovían algo más que los pensamientos de mis pesadillas. Ese momento que detenía mi corazón, impidiendo el almacenaje de algún aliento suspirado en mi razón.
Se suponía que viajaríamos por las galaxias, flotar por el universo infinito sin recibir desgracias. Todavía bebo mis problemas y, por supuesto, fumo mis temores; el tributo a la mediocridad del amor adolescente. Únicamente restaría un beso tuyo a mis ilusiones.
Tan sólo en una ocasión conocí la pasión, querer matar por alguien en penumbra de una solución.
El sabor de la carne, ahora, me hastía y el acercarme a los individuos interesados me transforma en un gélido concreto sin vida.
Sufro del desasosiego de encontrarte… . Cada comedón en mi rocoso rostro refleja las acuosas chispas que se abaten en honor de tus malicias.
A veces lo pienso y te creo, no soy más que un verduzco aprendiz sin dirección, que busca a su fiel amante cuando concurre con la depresión.
No me es posible descifrar con exactitud el contenido o razones de ésta “tonada”, sólo te pido que comprendas el dolor que me aqueja cuando agitas tus manos hacía mí en señal de buena andanza.
Disculpa el ardor de mi llanto, pero le encanta regocijarse entre tus brazos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario